En este primer viaje me monto en un tren con un compañero de piso en dirección a София (Sofía). Capital búlgara y ciudad antigua (siglo VIII a.C.)
Utilizando de nuevo el balkan flexipass estamos unas 10 horas más o menos en un tren directo a Sofía. Los vagones búlgaros son bastante viejos, e incómodos como parecen. Dormir más de un par de horas se hizo imposible. Cuidado con la estación de Sofía, lo menos extraño es encontraros con alguno con una tarjeta al cuello donde pone "información" con un inglés a medias pero se saben los tíos todo lo referente a transportes. Esta gente busca siempre sacarte el máximo posible y no me fiaría yo de robos y extorsiones.
Catedral de Sofía
A la llegada nos despedimos de un par de amigas que luego volveríamos a encontrar en la siguiente ciudad y nos pusimos camino en el tranvía numero 12 en dirección a nuestro hostel. Aun no teníamos habitación pero no hubo problema, el hostel se llama Nightingale Hostel. Muy bien situado cerca de todo lo que hay que visitar. Recomiendo apuntar los nombres de las dos formas, en nuestro alfabeto y en el local, puesto que el alfabeto cirílico aunque a la larga no es difícil cuando te das de bruces con el te sientes como un analfabeto de los pies a la cabeza. El inglés brilla por su ausencia en la población o al menos en la población de a pie que nos encontramos de camino al hostel. Una vez con el mapa en la mano todo fue como la seda. (cambio moneda 1 € = 1,95 levas).
La ciudad es barata en comparación con España y algo más cara que en Rumanía, pero se dan la mano.
Catedral de Sofía
Las primeras impresiones de Sofía no fueron demasiado buenas, es una ciudad gris en su mayoría y con poco movimiento en principio (fuimos en plena pascua, la gente se supone que huye de las grandes ciudades a sitios más tranquilos). Pero conforme iba cayendo la noche la cara de la ciudad cambia en un constante ir y venir de gente. Hay muchos sitios por donde salir y muchos edificios preciosos que no cuentan con su sitio en el plano turístico. Hay que darle una oportunidad pero no llevar demasiadas esperanzas de que te sorprenda.
La nota curiosa la tuvimos en un parque, cuando un hombre mayor se nos acercó pidiéndonos que jugáramos con él al ajedrez. Y es que en países como estos (Rumanía incluida) sí que se utilizan esas mesas típicas de los parques con el tablero pintado en ellas.
Sin mucho más que añadir, un sitio más en mi vida al que no me arrepiento de haber ido.
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